Antes que las naves

Antes que las naves del corsario arrasen con mi puerto, tomaré mi saco de dormir, el cepillo de dientes, tu fotografía y partiré a recorrer los caminos agrestes de tu campiña, buscando el árbol que nos cobijó aquella noche de nuestro encuentro, buscando el arroyo que nos ayudó a despertar y sació nuestra sed, buscando el nido abandonado de aquellos pichones recién nacidos de la alondra que con trinos vistió de arpegios nuestro amanecer; buscando bajo las piedras del camino las palabras que aquella noche no encontré, cuando quise escribir mi mejor poema en la albura y tersura de tu piel.

Y espero que el tiempo me acompañe, que el frio no congele mis falanges escritoras, que los baches y piedras del camino no me hagan tropezar y caer; y que el viento del norte no entorpezca el caminar por los senderos de tu tierra.

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domingo, 22 de septiembre de 2013

Un pañuelo de seda



En tu cuello quise dibujar un beso,
Pero algo suave de color marrón me lo impidió.
Era un pañuelo de seda que se interpuso entre tu piel y mi boca.
Intenté quitarlo, no pude.
Insistí en besarte, no pude.
Quise hablarte, pero antes de decir nada,
como por arte de magia, el pañuelo desapareció.
Y te besé, te besé y te besé.

Rozando tus hombros mis labios bajaron,
por un sendero tibio que incitaba a seguir avanzando.
Quise embriagarme en tus pechos y con mis manos tomarlos;
pero algo me lo impedía.
Nuevamente el pañuelo de seda se interpuso entre los dos,
otra vez  intenté sacarlo y nuevamente no pude.
Esperé algunos segundos y sin yo pedirlo también desapareció.
Y mis manos recorrieron  las fronteras de tu pecho,
también llegaron mis labios para seguir dibujando
y entre ellos y las manos en tu piel esculpieron deseo.

El sendero continuaba y ávido seguí explorando;
boca, labios, manos y todos mis sentidos  se unieron en el intento.
Pero otra vez, como coraza allí estaba el pañuelo de seda marrón;
escondiendo, cuidando y cubriendo el tesoro que quiero obtener.
Yo ya pensaba que al acercarme tendría que lidiar con él
y sin embargo aun faltando un buen trecho para llegar,
sin intentar quitarlo, ni pedirlo, el pañuelo… desapareció.
A mi vista se desplegó un valle hermoso para el solaz sensorial
y un camino exquisito que atraía e incitaba a vivir;
Mientras una fuerza incontrolable arrastraba
a mis labios, a mis manos y a toda…  a toda mi piel.
………………………………………………………………………………………………….
Despierto…
siento que el sol derrama su luz en mi cara,
y en la ventana entreabierta, cómplice, trina una alondra.
No recuerdo…
si la travesía por aquel sendero fue sueño, fantasía o realidad.
No sé si viniste, estuviste, te fuiste o aún estás escondida en la luz,
pero el pañuelo de seda allí está, desafiante,
ahora enredado en mi almohada.

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