Antes que las naves

Antes que las naves del corsario arrasen con mi puerto, tomaré mi saco de dormir, el cepillo de dientes, tu fotografía y partiré a recorrer los caminos agrestes de tu campiña, buscando el árbol que nos cobijó aquella noche de nuestro encuentro, buscando el arroyo que nos ayudó a despertar y sació nuestra sed, buscando el nido abandonado de aquellos pichones recién nacidos de la alondra que con trinos vistió de arpegios nuestro amanecer; buscando bajo las piedras del camino las palabras que aquella noche no encontré, cuando quise escribir mi mejor poema en la albura y tersura de tu piel.

Y espero que el tiempo me acompañe, que el frio no congele mis falanges escritoras, que los baches y piedras del camino no me hagan tropezar y caer; y que el viento del norte no entorpezca el caminar por los senderos de tu tierra.

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miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿El amor, una quimera?



¿El amor una quimera? No sé. No me atrevo a ser tajante y excluyente.
Aunque en lugar de quimera, para no confundirlo con un monstruo mitológico de varias cabezas (Aunque a veces lo pareciera) preferiría preguntar si el amor es una utopía.
Antes que todo quiero decir, cómo siempre lo hago cuando trato de ser o más bien parecer erudito, que todo lo que digo y escribo lo hago  desde  lo que yo mismo he vivido, he sentido, he gozado, o he padecido y sobre todo de lo que hoy vivo y siento, o sea desde mi tiempo temporal y entiéndase que tampoco de alguna manera quiero pontificar. No, nada de eso, pues soy un simple obrero de la pluma y el teclado.
Los  humanos, en ambos géneros como ente individual somos seres pequeños que cargamos en nuestros hombros  mucho más peso en interrogantes que el peso del agua que compone nuestro cuerpo, por lo tanto proporcional o porcentualmente, es mucha nuestra ignorancia.
Como seres pequeños  buscadores de verdades que se escapan a nuestro entendimiento, llegamos a pensar que aquellas verdades que no sabemos ver, las agrandamos y hacemos casi imposible que quepan en nuestro racionamiento, y así hablamos de ideas que siendo reales las transformamos en abstractas con el prurito de engrandecernos nosotros mismos.
Es el caso cuando hablamos, por ejemplo de Dios, campo en el que hoy no voy a entrar, pues es materia de un análisis mucho más extenso, más intrincado  e incluso un camino donde hay que transitar con sumo cuidado para no herir susceptibilidades de seres exploradores de misterios de la vida.
Hoy me quiero referir al amor y por extensión tocaré la felicidad otra de las utopías que siempre le hemos buscado alguna explicación. Primero, cuando hablamos de amor y felicidad, como ya he mencionado antes, los llevamos al terreno del conocimiento más elevado que podemos llegar buscando grandes explicaciones y grandilocuencia y nos olvidamos que lo que es más complejo para nuestro conocimiento, es lo más simple para nuestro controlado y escaso raciocinio.
Creo, y realmente creo que tanto el amor como la felicidad no son utopía o quimeras si así se les quiere llamar. Son estados alcanzables si aceptamos lo que son y no lo que queremos que sean o lo que digan los grandes tratados sobre el amor y la felicidad.
Claro está que para creerlo así, no tengo que hurgar en el subconsciente más profundo, ni en el conocimiento más elevado, solo tengo que ir a las manifestaciones sencillas que expresan nuestras palabras, a los gestos espontáneos de nuestros sentidos, a una mirada cálida, una caricia sincera, un beso espontaneo, un caminar juntos de la mano, una flor, una necesidad de presencia aunque sea en ausencia mutua y consentida, un pequeño presente en el momento preciso y sobre todo el actuar con sinceridad y consecuencia. Si todo eso también se manifiesta en una entrega plena de pasión, para mí eso es amor y desde allí a la felicidad solo hay un paso.
Que pueden ser sensaciones con tiempo distintos  de comienzo y fin o pasajeras furtivas en el intrincado laberinto humano; puede ser y efectivamente lo son, pero de que son, son; y de que fueron, fueron; por lo tanto existieron y no fueron  utopía. Puede ser  que lo que se espera que venga lo sea, pero si llega será realidad, mejor o peor pera será realidad.
No todo lo bueno tiene que ser excelente y no todo lo malo tiene que ser catastrófico. Por eso creo que no debemos hurgar en el mar de la inmensidad, sino que buscar en el riachuelo que pasa frente a nuestra casa.
Es mejor que vivamos los momentos en que el amor y la felicidad nos envuelven y no le busquemos la quinta pata del gato, pues en su búsqueda podemos morir sin habernos dado cuenta del mundo que nos rodea. 
Es lo que pienso y siento, estaré en lo cierto o no, pero no me importa. Me dirán iluso, me mirarán raro, pero la verdad: así lo siento ¿O será porque estoy enamorado?

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