¿El amor una quimera? No sé. No me atrevo a ser
tajante y excluyente.
Aunque en lugar de quimera, para no confundirlo con un
monstruo mitológico de varias cabezas (Aunque a veces lo pareciera) preferiría
preguntar si el amor es una utopía.
Antes que todo quiero decir, cómo siempre lo hago
cuando trato de ser o más bien parecer erudito, que todo lo que digo y escribo
lo hago desde lo que yo mismo he vivido, he sentido, he
gozado, o he padecido y sobre todo de lo que hoy vivo y siento, o sea desde mi
tiempo temporal y entiéndase que tampoco de alguna manera quiero pontificar.
No, nada de eso, pues soy un simple obrero de la pluma y el teclado.
Los humanos, en
ambos géneros como ente individual somos seres pequeños que cargamos en nuestros
hombros mucho más peso en interrogantes
que el peso del agua que compone nuestro cuerpo, por lo tanto proporcional o
porcentualmente, es mucha nuestra ignorancia.
Como seres pequeños
buscadores de verdades que se escapan a nuestro entendimiento, llegamos
a pensar que aquellas verdades que no sabemos ver, las agrandamos y hacemos
casi imposible que quepan en nuestro racionamiento, y así hablamos de ideas que
siendo reales las transformamos en abstractas con el prurito de engrandecernos
nosotros mismos.
Es el caso cuando hablamos, por ejemplo de Dios, campo
en el que hoy no voy a entrar, pues es materia de un análisis mucho más
extenso, más intrincado e incluso un
camino donde hay que transitar con sumo cuidado para no herir susceptibilidades
de seres exploradores de misterios de la vida.
Hoy me quiero referir al amor y por extensión tocaré la
felicidad otra de las utopías que siempre le hemos buscado alguna
explicación. Primero, cuando hablamos de amor y felicidad, como ya he
mencionado antes, los llevamos al terreno del conocimiento más elevado que
podemos llegar buscando grandes explicaciones y grandilocuencia y nos olvidamos
que lo que es más complejo para nuestro conocimiento, es lo más simple para
nuestro controlado y escaso raciocinio.
Creo, y realmente creo que tanto el amor como la
felicidad no son utopía o quimeras si así se les quiere llamar. Son estados
alcanzables si aceptamos lo que son y no lo que queremos que sean o lo que
digan los grandes tratados sobre el amor y la felicidad.
Claro está que para creerlo así, no tengo que hurgar
en el subconsciente más profundo, ni en el conocimiento más elevado, solo tengo
que ir a las manifestaciones sencillas que expresan nuestras palabras, a los
gestos espontáneos de nuestros sentidos, a una mirada cálida, una caricia
sincera, un beso espontaneo, un caminar juntos de la mano, una flor, una
necesidad de presencia aunque sea en ausencia mutua y consentida, un pequeño
presente en el momento preciso y sobre todo el actuar con sinceridad y
consecuencia. Si todo eso también se manifiesta en una entrega plena de pasión,
para mí eso es amor y desde allí a la felicidad solo hay un paso.
Que pueden ser sensaciones con tiempo distintos de comienzo y fin o pasajeras furtivas en el
intrincado laberinto humano; puede ser y efectivamente lo son, pero de que son,
son; y de que fueron, fueron; por lo tanto existieron y no fueron utopía. Puede ser que lo que se espera que venga lo sea, pero
si llega será realidad, mejor o peor pera será realidad.
No todo lo bueno tiene que ser excelente y no todo lo
malo tiene que ser catastrófico. Por eso creo que no debemos hurgar en el mar
de la inmensidad, sino que buscar en el riachuelo que pasa frente a nuestra
casa.
Es mejor que vivamos los momentos en que el amor y la
felicidad nos envuelven y no le busquemos la quinta pata del gato, pues en su
búsqueda podemos morir sin habernos dado cuenta del mundo que nos rodea.
Es lo que pienso y siento, estaré en lo cierto o no,
pero no me importa. Me dirán iluso, me mirarán raro, pero la verdad: así lo
siento ¿O será porque estoy enamorado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario