Antes que las naves

Antes que las naves del corsario arrasen con mi puerto, tomaré mi saco de dormir, el cepillo de dientes, tu fotografía y partiré a recorrer los caminos agrestes de tu campiña, buscando el árbol que nos cobijó aquella noche de nuestro encuentro, buscando el arroyo que nos ayudó a despertar y sació nuestra sed, buscando el nido abandonado de aquellos pichones recién nacidos de la alondra que con trinos vistió de arpegios nuestro amanecer; buscando bajo las piedras del camino las palabras que aquella noche no encontré, cuando quise escribir mi mejor poema en la albura y tersura de tu piel.

Y espero que el tiempo me acompañe, que el frio no congele mis falanges escritoras, que los baches y piedras del camino no me hagan tropezar y caer; y que el viento del norte no entorpezca el caminar por los senderos de tu tierra.

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domingo, 22 de septiembre de 2013

Las espigas del sendero



Buscando caminos perdidos en el laberinto de mis tiempos,
cuando ya desfallecía y la veleta no señalaba rumbos
y ni siquiera la ruta de una brisa extraviada,
encontré un sendero nuevo que me incitó a seguir.
Era un camino angosto que luego se fue ensanchando
hasta transformarse en un tejido de caminos,
esparcidos en una gran extensión que latía con un solo corazón.
Y no sé si fue locura, extravío o un resto de cordura,
lo que apuró mi paso para entrar con un poco de temor por esa red
y recorrer esas sendas nuevas con todos sus atajos y cientos de desvíos.
Cada sendero tenía su propio color, sus altibajos, lomajes y llanuras
y aun así, con diferencias, todos tenían el mismo olor.
En parajes corrían riachuelos que buscaban algo especial,
en otros crecían espigas que no eran doradas…
¡Eran de intenso e incitante color azabache!
Largas y sedosas en las tierras altas y ensortijadas en tierras más bajas.
Otros trepaban montes y como volcanes en la cima estallaban
donde los senderos producían miel que invitaban al viajero libar.
Muchos  se perdían en bajíos profundos buscando humedad
y renacían en planicies que animaban al pasajero avanzar.
Voy recorriendo esos senderos sin importar cuan largos son,
porque revivieron sueños truncos y les dieron bríos a mis pies exhaustos.
Y no me voy  a arrepentir de entrar, correr, bañarme en aguas tranquilas;
libar miel de los montes, enredarme en espigas morenas;
deslizarme por dunas suaves,  hundirme en profundidades;
renacer en remansos extensos y apagar la sed con agua fresca.
Quiero seguir corriendo y viviendo por esos senderos  nuevos
y hasta morir y revivir quisiera en esos caminos,
que dibujan esa maravillosa geografía de tu piel.

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