Antes que las naves

Antes que las naves del corsario arrasen con mi puerto, tomaré mi saco de dormir, el cepillo de dientes, tu fotografía y partiré a recorrer los caminos agrestes de tu campiña, buscando el árbol que nos cobijó aquella noche de nuestro encuentro, buscando el arroyo que nos ayudó a despertar y sació nuestra sed, buscando el nido abandonado de aquellos pichones recién nacidos de la alondra que con trinos vistió de arpegios nuestro amanecer; buscando bajo las piedras del camino las palabras que aquella noche no encontré, cuando quise escribir mi mejor poema en la albura y tersura de tu piel.

Y espero que el tiempo me acompañe, que el frio no congele mis falanges escritoras, que los baches y piedras del camino no me hagan tropezar y caer; y que el viento del norte no entorpezca el caminar por los senderos de tu tierra.

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miércoles, 25 de septiembre de 2013

El tamaño del amor



¿Las cartas sobre la mesa
o las diferencias en la balanza?
¿Los años, las distancias,  
o las lastimas y las conveniencias?
¿El diablo conocido, el santo por conocer,
o el cariño debido y el cariño habido?
¿El deseo carnal satisfecho, las sábanas calientes,
o la no sensación del sexo en la distancia?
¿Las conveniencias para enfrentar las crisis,
o situaciones oscuras para conjugar el amor de hoy?

Y considerando que el amor es ciego,
que no le importa el dinero, el credo o la raza;
no le importa los colores ni el tamaño de la cama;
afortunada o lamentablemente para todos,
tan solo tiene la forma, el color y el tamaño del amor, nada más.
¿Y para qué más, si es amor?

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