Antes que las naves

Antes que las naves del corsario arrasen con mi puerto, tomaré mi saco de dormir, el cepillo de dientes, tu fotografía y partiré a recorrer los caminos agrestes de tu campiña, buscando el árbol que nos cobijó aquella noche de nuestro encuentro, buscando el arroyo que nos ayudó a despertar y sació nuestra sed, buscando el nido abandonado de aquellos pichones recién nacidos de la alondra que con trinos vistió de arpegios nuestro amanecer; buscando bajo las piedras del camino las palabras que aquella noche no encontré, cuando quise escribir mi mejor poema en la albura y tersura de tu piel.

Y espero que el tiempo me acompañe, que el frio no congele mis falanges escritoras, que los baches y piedras del camino no me hagan tropezar y caer; y que el viento del norte no entorpezca el caminar por los senderos de tu tierra.

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martes, 24 de septiembre de 2013

Amor y locura



En un banco de plaza pueblerina o una sala de espera;
en la sala de clases o en un vagón del metro;
en los pasillos de un centro comercial
o en los senderos de un cementerio;
en la oscuridad de un cine
o  a la luz de las estrellas y luces de neón;
en los pasillos de una maternidad
o en los laberintos  de un psiquiátrico;
en un hostal de lujo o en un cuarto de arrabal;
en una estación o en cualquier parador de la vida;
siempre habrá dos personas que se miren a los ojos  
y sin importarles oídos y miradas, hablarán de amor.

Si hasta las personas cuerdas pierden compostura,
con mayor razón lo hacen los enamorados y los poetas locos.
Porque para amar, más que cordura,
siempre se requiere un baúl repleto de locura.

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