Antes que las naves

Antes que las naves del corsario arrasen con mi puerto, tomaré mi saco de dormir, el cepillo de dientes, tu fotografía y partiré a recorrer los caminos agrestes de tu campiña, buscando el árbol que nos cobijó aquella noche de nuestro encuentro, buscando el arroyo que nos ayudó a despertar y sació nuestra sed, buscando el nido abandonado de aquellos pichones recién nacidos de la alondra que con trinos vistió de arpegios nuestro amanecer; buscando bajo las piedras del camino las palabras que aquella noche no encontré, cuando quise escribir mi mejor poema en la albura y tersura de tu piel.

Y espero que el tiempo me acompañe, que el frio no congele mis falanges escritoras, que los baches y piedras del camino no me hagan tropezar y caer; y que el viento del norte no entorpezca el caminar por los senderos de tu tierra.

Páginas de este blog

domingo, 22 de junio de 2014

La gitana de ojos color cielo

Vicente Herrera Márquez
 
 
Hace tiempo en la plaza del pueblo,
Un joven trovador enamorado
tocaba guitarra y cantaba
simples canciones de amor.
Entre la gente que lo escuchaba,
bajo la sombra de un ombú,
se encontraba una gitana.
Ella era joven con ojos color cielo
y su pelo enredado era un trigal.
 
Pasó el muchacho su sombrero
recogiendo el sustento diario,
en el sombrero las monedas
y en el alma los aplausos.
Al llegar a la gitana hermosa
de ojos color cielo y pelo como un trigal
esta lo miro a los ojos…
 
Aquel muchacho que tocaba y cantaba,
canciones simples de amor, era yo,
y la gitana hermosa me dijo:
trata de que nunca llore tu guitarra,
porque el día que lo haga, estará muriendo el amor.
 
No creo en predicciones gitanas,
pero hoy no sé qué pueda pasar… no sé…
porque… porque está llorando mi guitarra.

Hoy quería

Vicente Herrera Márquez

 
Hoy quería,
olvidarme de la crisis y el viento
y a la salida del sol, darte un beso.
Hoy quería,
muy temprano después del saludo,
juntos,  conversar el café.
Hoy quería,
Al pasar por el jardín del vecino,
para ti, robar una rosa.
Hoy quería,
enredarme en tus pensamientos
y saber si de verdad me extrañabas.
Hoy quería,
adornar con flores tu cabello
y con palabras hilarte un collar.
Hoy quería,
con letras tuyas y algunas mías,
escribir juntos un poema de amor.
Hoy quería,
hacer corto el día alargando las horas
y esperar que llegara la luna.
Hoy quería,
que los leños del fogón
y luz de velas rasgaran penumbras.
Hoy quería,
al llegar la noche navarra,
lentamente quitarte el vestido.
Hoy quería,
con manos inquietas,
recorrer tu camino de piel.
Hoy quería…
Hoy quería… hoy quería...
sí querida, hoy quería…
¿Sabes qué?
Hoy quería, hacerte el amor.

Las piernas del pastor

Vicente Herrera Márquez
 
 
Por las piernas curadas del marrano,
palpita mi paladar y se hacen agua las papilas.
 
Por las piernas del vino en la copa,
se enciende  mi mirada y se nubla mi conciencia.
 
Por las piernas de mi mujer en la cama,
se aleja el cansancio y se espanta el sueño,
se extravía mi cordura y se alerta el sosiego.
Soy pastor y soy poeta, soy hombre y me vuelvo loco;
se extravían mis ovejas y se liberan los lobos.
Mientras por los conductos genitales va mi esperma
corriendo como río de lava ardiente y apurada.
 
Todo esto gracias al jamón serrano y al vino,
pero más que eso, a las  piernas de mi mujer.

martes, 17 de junio de 2014

Puede que en tu memoria

Vicente Herrera Márquez
 
No te preocupes del viento o la lluvia, yo me perdí en la bruma.
No estaré en la parada del autobús ni en la estación del metro,
tampoco en el supermercado, ni pidiendo limosna en la esquina.
No seré un policía, un doctor y mucho menos un encuestador.
 
Lee tranquila los diarios, ya no van a aparecer imágenes mías.
Los teléfonos olvidaron los números de la memoria que compartimos,
las redes sociales ya ni se acuerdan de aquel romance virtual
y los ordenadores, al igual que un virus, me extirparon de raíz.
 
Puedes caminar tranquila por la calle, no te vas a encontrar conmigo,
nada, ni nadie te hará recordar ni siquiera un solo beso de mis labios.
Y si en alguna parte me lees, me oyes, me ves o incluso me palpas,
piensa que soy un espejismo, una mentira, no estoy en ningún lado.
 
Pero sí esa visión y sensación persisten es porque algo está pasando,
debe ser que aún permanecen en el aire algunas palabras mías,
que en algún papel arrugado quedan versos que no se han borrado
o quizás es probable que aún esté escondido, en un rincón de tu memoria.

Con tristeza y alcohol

Vicente Herrera Márquez
 
 
Mis copas de olvido se preparan
con un dedo de  tristeza,  otro de  hastío, 
una onza de alcohol,
una rodaja de limón,
dos cubos de hielo bien "fríos"
y  se rellenan... con tiempo vacío.
 
No hacen días las horas sin ti,
son un laberinto de letras perdidas
y se hacen un ovillo de recuerdos enredados.
No tiene sentido gritar en las calles,
si en las veredas no hay nadie;
todos se han ido
y las esquinas se colman de ausencia de ti.
 
Mi copa la llena tristeza y  tiempo vacío,
la espera es un dilema sin principio ni fin,
el tiempo se vuelve ausencia y hastío
y las calles indiferentes, oscuras, vacías…
desde el silencio me gritan tu olvido.

Viejo, pero no tanto

Vicente Herrera Márquez

Me miro al espejo y no me veo viejo,
camino rápido y no me siento viejo,
sólo que por instantes un poco cansado.
En algún momento puede que me sienta  olvidado,
cuando en días nublados pienso en cariños idos,
y muchas noches añoro el roce tibio de una piel suave.
Padezco  alergia al sol, el polen  y las plumas,
y me molesta el ruido de la calle y el silencio del insomnio.
Soy un caminante sediento  buscando una fuente o un cántaro
y me siento campo estéril si mi garganta no la riega el vino.
También un animal hambriento cuando no como asado,
y enfermo de nostalgia cuando no hay  arroz con leche,
una buena porción de flan o helado de bocado.
En los días grises vago como lobo solitario en la estepa nevada,
y soy un pobre poeta  marginado cuando me abandonan las musas
 
Pero…
Pero me siento abundante cuando aparecen letras para escribir
y alegre cuando alguien de lejos me escribe o me hace un guiño.
Me entusiasmo con un brindis de buen vino y ojos vivaces.
Como hasta hartarme cuando me invitan y la ocasión lo amerita,
y soy un lobo inquieto con luna llena, cuando huelo aroma de mujer.
Me pongo romántico si me sonríen y poeta atrevido si me dan un beso.
Me excito como gallo de pelea si una mujer me acaricia con su mirada.
Corro y brinco como toro de lidia en ruedo, si tomo viagra.
Pero igual… pero igual me cuido, me cuido y no exagero,
para que dure el tiempo propicio, antes de llegar a viejo,
mejor dicho: un poco más viejo.

Viento vasco

Vicente Herrera Márquez
 
 
Vine siguiendo una estela de letras.
Al norte de los paralelos llegué.
Sin conocer a nadie, logré hacerme amigo del viento.
Cierzo, viento travieso hermano de raza indómita y
Amigo de este poeta errante llegado del sur.
 
Hicimos el trayecto verso y preguntamos por dónde,
El tiempo fue vida en tus ondas y me ayudaste a buscar.
Recorrimos llanuras, montañas y ríos.
Mientras las Lamias y alondras nos indicaban los rumbos.
Ora al este, ora al oeste o algunos pasos al sur.
Sin saber que el poeta buscaba
A  la Lamia más linda, a la reina de todas las  Lamias.

Rosalía y María

Vicente Herrera Márquez
 
Ellas son hermanas, muy buenas hermanas de sangre y de piel, parecen mellizas y por supuesto que lo son, nacieron el mismo día a la misma hora.
Son iguales, una un poquito más alta y la distingue un lunar, la otra en apariencia es más menuda, pero tiene un… no sé qué que llama la atención. En todo lo demás y en hermosura parecen gemelas. Una siempre se sitúa a la izquierda, la otra a la derecha y nada saben de política, aunque de repente por su actitud parecen guerrilleras.
Hoy ya han cumplido algunos años de edad  y muchos ciclos lunares; según el tiempo que pasa ellas han ido cambiando, pero cada día, ambas lucen más bellas que el día anterior.
En este tiempo de hoy anda un intruso que vino de lejos transitando por caminos de letras, dibujados desde no sé dónde hasta tierras vascas. Busca una Lamia, una Lamia soñada en la distancia de un lugar escondido en el sur, entre altas montañas nevadas y olas encrespadas de un bravío mar.
En primavera entre alondras y cigüeñas, buscando a la Lamia soñada, encontró a las hermanas en un remanso del Ebro y entre risas y cantos con ellas se puso a jugar.
—¿Cómo se llaman?  —preguntó el caminante.
—¡No tenemos nombre! —al unísono se lamentaron las dos.
—¿No tienen nombre?  —se extrañó el visitante —Yo les daré uno.
Ellas se miraron confundidas y cara de pregunta.
—Tú serás Rosalía y tú María, desde hoy en adelante y mientras yo esté aquí, así se llamarán —afirmó él, indicando a cada una el nombre de cada cual.
Ellas luciendo su tersa blancura vibraron y saltaron contentas, palpitando como dos volcanes.                     
En noches oscuras, en días de lluvia, a la luz del sol, bajo terciopelo de luna, incluso en fantasmagóricas  penumbras, Rosalía y María risueñas con el intruso atrevido, con pudor fingido se dejan querer.
Entre ambas pareciera que no hay rencores ni mezquindades, sólo sana competencia por ser la más intrigante, la más sutil, la más tentadora, incluso la más atrevida;  en una palabra ser la mejor.  
El intruso que además se ufana de ser poeta les promete serenatas al atardecer, romances a la luz de la luna y requiebros al amanecer.
Ambas en todo momento quieren, juntas, con él ir a jugar; lo esperan erguidas, una moviendo el lunar y la otra vibrando al compás, ambas resaltando el color de su piel se muestran dispuestas a compartir el cariño de aquél, pero sin celos y sin llegar a pelear.
Él las trata por igual, a sus ojos no hay distinciones, pero pareciera que si el juego pide besar, sus labios ansiosos buscan  la blanca piel de aquella que tiene un lunar.
Ellas bien saben que cuando el poeta con ellas se pone a jugar es porque va en busca de la fuente especial que está escondida entre altas espigas color de la noche, en un valle muy cerca de allí, y que a pesar de lo cerca que están no lo conocen, puesto que ellas están arraigadas al lugar que nacieron.
Rosalía y María preguntan cómo es la fuente y que es lo que mana de ella, él extasiado sin dejar de acariciarlas y también besarlas les dice: Yo sé cómo pueden conocerla si quieren las complazco y ahora mismo las llevaré.
—¡Vamos!  —A una voz responden las dos.
Ya estamos aquí, mírense en  ese  espejo de agua, allí están ustedes, juntas las dos, una a la izquierda, la otra a la derecha prácticamente al mismo nivel y más abajo verán el valle poblado de espigas oscuras que cubren celosas la fuente de amor que trastorna  a este errante viajero.
—¿Y dónde está ese valle y dónde nosotras? ¿En qué país? ¿En qué continente? Por favor, dinos dónde está.
Pues ustedes, la fuente y el valle están en un gran país y en el mejor continente, están en el cuerpo de Lamia, mi Lamia querida, la Lamia  que encontré en la ribera del río, aquella noche en el mismo momento que a ustedes conocí y recuerden en el tiempo que fue un poeta errante y enamorado de esta Lamia hermosa que ustedes adornan, él que como hombre las bautizo en Nochebuena  llamándolas  Rosalía y María. Pero sepan que el poeta sólo las bautizó porque sus nombres la misma Lamia los eligió.

Allí están

Vicente Herrera Márquez
 
 
Allí están, riberas del río.
Allí están, juegos infantiles.
Allí están, sueños juveniles.
Allí están, risas, llantos y caricias.
Allí están, queridos papá y mamá.
Allí están, hermanos lindos.
Allí están todos y está todo lo vivido.
 
El río es de instantes y se va
La vida es de momentos y se va
Del rio permanecen las riberas que lo vieron pasar
Y de la vida quedan  huellas, memorias, lápidas…
y recuerdos, en la pluma o el teclado de los que aún vivimos.

¡Qué difícil!

Vicente Herrera Márquez
 
 
¿Quién dijo que amar es fácil?
El que lo dijo es un ignorante en las lides del amor,
Pues para nada lo es.
Requiere cuotas de sufrimiento,
un gran porcentaje  de incertidumbre,
muchas noches bebiendo soledad,
una cantidad de horas de autocrítica,
y  también  muchos momentos largos  de felicidad.
Todo esto independiente de presencias, distancias, promesas, suposiciones y realidades.
Mucho más cuando las presencias se transforman en esporádicas o virtuales; 
las  distancias son miles de kilómetros, dólares o euros del boleto de avión en clase turista; 
las promesas y palabras  que se escriben o pronuncian en el aire, son realidades que se diluyen al girar una perilla o pulsar una tecla;
y las  suposiciones nacen del no ver a  propósito de las distancias, 
y no ver o sentir en carne propia los vicisitudes del amor.
Por ti vivo, por ti sufro y hasta muero un poco cada día.
Por ti me rio y por ti y contigo lloro.
Por ti me acuerdo sólo de nosotros y me olvido de todo lo demás.              .
Por ti, por la mañana soy compañero asexuado,
en la tarde soy enamorado solícito  y amante complaciente,
y en la noche hombre impetuoso y macho cabrío con ansias de engendrar.
Por ti soy letra de romance y por momento palabra de reproche.
Por ti soy cordero manso con un te quiero  y lobo feroz con los silencios.
Por ti soy lo dulce de la cercanía y lo amargo de la distancia.
Por ti soy superhombre y también guiñapo del destino.
No sé por qué de repente un Martini o una copa de ron escriben mejor que el vino,
siendo el vino poeta por excelencia y escritor empedernido.
Ahora mismo estoy hilvanado letras desde el fondo de una copa de licor.
Cariño no hagas caso de lo escrito, se confabularon el alcohol y unos malos entendidos.
olvida esto que escribo, son palabras del momento
con un dejo de reproche y de ansiedad, culpa de la distancia y el Martini;
pero en  el fondo tienen sabor amable  de Nochebuena y felicidad de Navidad.